Comentario
El pensamiento económico español se desarrolla a partir de la segunda mitad del siglo XVI, en buena parte como consecuencia del descubrimiento de América y el eco que este acontecimiento suscitó.
Uno de los primeros análisis lo llevó a cabo Luis Ortiz, vecino de Burgos y contador de la Real Hacienda, autor de un memorial que ha permanecido inédito hasta 1957. Hoy es considerado como uno de los grandes precursores del mercantilismo, pues analiza los puntos básicos de aquel sistema de política económica mucho antes que lo hicieran sus principales sustentadores.
Hasta hace cuarenta años, se consideraba al francés Jean Bodin como el primero que había formulado la llamada teoría cuantitativista de la moneda. Sin embargo, la aparición de la obra de Larraz y, más tarde, la de miss Grice-Hutchinson sobre los teólogos de la escuela de Salamanca de mediados del siglo XVI, han dejado claro que dicha teoría era perfectamente conocida, con anterioridad, por ellos.
Martín de Azpilicueta (1492-1586), conocido con el nombre de Doctor Navarro, al tratar sobre los problemas morales de las operaciones y transacciones económicas, expone doce años antes que Bodin teorías sobre la moneda que encajan plenamente en el cuantitativismo.
Fray Tomás de Mercado, dominico, en su Tratos y contratos de mercaderes y tratantes (Salamanca, 1569), observa la gran subida de los precios y la mayor circulación monetaria. A su juicio, el aumento de los precios se produce por tres razones: el tirón producido por la exportación sobre la demanda de productos locales, el recargo impuesto por la necesidad de financiar los envíos y la repercusión de la carestía europea sobre la americana. Mercado distingue entre el valor de uso de la moneda y su estima social. Concede gran importancia a la estimación de la moneda (lo que los economistas actuales llaman poder adquisitivo).
El pensamiento económico del siglo XVII en España está marcado por un concepto específico: el arbitrismo. El origen literario de esta palabra se fecha en 1613, en el Coloquio de los perros, de Cervantes, pero, según Jean Vilar -quien ha dedicado un libro entero al tema- sólo a partir de 1620 adquiere carta de naturaleza. El término viene de arbitrio en el sentido de expediente financiero o proyecto extravagante: arbitrista es el que aplica esto para el remedio de los problemas económicos de la Hacienda Pública.
Del siglo XVI al siglo XVIII, el término arbitrista ha tenido una imagen absolutamente peyorativa. Particularmente feroz contra los arbitristas se mostró Quevedo en La hora de todos o la fortuna con seso. Hoy su pensamiento ha sido revalorizado por historiadores diversos como Earl J. Hamilton, J. Larraz y P. Vilar.
Aunque el arbitrismo data ya del reinado de Felipe II, es en el siglo XVII cuando se consolida, a caballo del concepto de decadencia, al que va ligado. Las primeras tomas de posición ante la problemática económica del siglo XVII son las de Cristóbal Pérez Herrera, Martín González de Cellorigo y Sancho de Moncada.
El médico Pérez de Herrera fue el autor de un memorial titulado En razón de muchas cosas tocantes al bien, propiedad, riqueza, futilidad de estos reinos y restauración de la gente que se ha echado de ellos, donde propugna, como medidas para la recuperación económica, fomentar la laboriosidad, conseguir el ahorro, estimular la agricultura y la ganadería y promover la recuperación demográfica.
Martín González de Cellorigo fue autor de un famoso escrito: Memorial de la política necesaria y útil restauración a la política de España y estados de ella y desempeño universal de estos reinos (1600). Tomando como base el cuantitativismo, Cellorigo manifiesta su repulsa ante la pasión del oro y de la plata desatada por sus compatriotas, al tiempo que propugna el trabajo y las industriosas virtudes de una sociedad que se había dejado llevar por un falso espejismo. Su desprecio por el oro y la plata no es, pues, consecuencia de una actitud puramente moral, sino de haber observado las nefastas consecuencias económicas de la acumulación monetario-metálica.
Pero la figura más importante del pensamiento económico castellano en el siglo XVII quizá sea la de Sancho de Moncada. El libro por el que ha pasado a la historia es un breve escrito titulado Restauración política de España (1619), cuya publicación fue precedida por la de un resumen del mismo con el título de Suma de ocho discursos (1618). Para Moncada, la decadencia económica de España se produjo como consecuencia del descubrimiento de América y de la importación de metales preciosos, que hizo elevar los precios de nuestras manufacturas, pues su carestía produjo el conocido fenómeno de la desviación del nivel español de precios respecto del europeo. En otras palabras, que de una economía de exportación a Europa los españoles pasaron a una economía de importación, con el consiguiente empobrecimiento de España y la prosperidad de sus enemigos reales o potenciales.
El tema de la decadencia siguió debatiéndose a lo largo del siglo XVII. Mateo López Bravo publicó en 1616 su tratado Del rey y de la razón de gobernar. Allí propone una política paternalista, una reactivación del trabajo, pues sólo el trabajo procura riqueza, y una severa penalización de la mendicidad.
Pedro Fernández Navarrete, canónigo, consultor del Santo Oficio, en su libro Conservación de Monarquías (1626) planteó también el tema de la decadencia en términos dramáticos, pero al final afirma que la enfermedad es gravísima pero no incurable, proponiendo las soluciones del incremento matrimonial, promoción de la industria, retención del metal precioso, aumento de la producción agrícola y desaparición de los juros.
Antonio López de Vega, autor de Heraclio y Demócrito de nuestro siglo, atribuye la decadencia al abuso de las guerras como instrumento de la política.
Miguel Caxa de Leruela es autor de un Discurso sobre la principal causa y reparo de la necesidad común carestía general y despoblación de estos reinos (1631), que luego amplía y reelabora en su obra más famosa, Restauración de la antigua abundancia en España (1631). Su propuesta es una nacionalización de los pastos y la concesión a cada campesino de un número suficiente de cabezas de ganado para que pueda mantenerse. Le Flem afirma que Caxa de Leruela defiende una especie de socialismo agrario fundado en la ganadería y asentado en una clase media de ganaderos.
El epigonismo arbitrista de los reinados de Felipe IV y Carlos II está, sobre todo, representado por Francisco Martínez de Mata. Natural de Motril (Granada) fue el autor de unos célebres Memoriales y Discursos escritos entre 1650 y 1660.
El más importante arbitrista catalán del XVII es Narcís Feliu de la Penya, cuyas obras más conocidas son: Político Discurso... a S.M., suplicando mande y procure impedir el sobrado trato y uso de algunas ropas extranjeras que acaban del comercio y pierde las artes en Cataluña (1681), y el Fénix de Cataluña (1683), en el que plantea no sólo el caso específico del Principado, sino el de todo el país, en el que aquél se halla económicamente integrado. Su tesis es la de fomentar la industria local, sobre la base de imitar los géneros extranjeros, y mediante ello restaurar y reavivar el comercio. En este libro desarrolla el plan de una Compañía de Comercio que desde Cataluña trataría con América.